Esta elegante limusina de 1910, es considerada otro de los más famosos automóviles malditos de la historia, ya que su color rojo sangre parecía augurar un futuro de desgracia para todo aquel que lo poseyera.
Un auto que solo ha traído muerte y desgracias a sus propietarios
El 28 de junio de 1914, el archiduque Francisco Fernando y su esposa la archiduquesa Sophie, fueron asesinados a tiros por Gavrilo Princip, miembro del grupo radical ‘La joven Bosnia’ , mientras iban en un bonito auto de época de seis plazas al descubierto fabricado por la marca austriaca Graef und Stift. Este fue el evento que dió inicio a la Primera Guerra Mundial y las primeras muertes en las que el automóvil estuvo involucrado.
El General Portiorek fue el siguiente en poseer este maldito auto. Después de una derrota militar enorme y un amargo viaje a Viena, comenzó a tener problemas mentales y murió en un manicomio.
El nombre de la siguiente persona propietaria de este auto no se conoce. Todo lo que se sabe es que él era un capitán del ejército. Un día mientras conducía el coche se encontró con dos campesinos que caminaban por la carretera frente a él. Intentó esquivarlos y desviar la dirección del vehiculo, ello hizo que se saliera de la carretera y chocara contra un árbol. Los tres murieron en el accidente.
El auto llegó hasta el gobernador de Yugoslavia. Durante el tiempo que tuvo este auto, sufrió cuatro accidentes distintos en uno de los cuales perdió el brazo. Llegó a la conclusión de que el auto traía mala suerte y su amigo el Dr. Srikis se lo compra riéndose de las ideas de su amigo sobre el auto. A los seis meses de la compra, el Dr. Srikis moriría al volcarse con el auto.
Posteriormente, fue adquirido por Simon Mantharides, un joyero coleccionista de antigüedades. Al comprarlo como pieza de colección, no perdió la vida a su volante, pero se suicidó seis meses después por causas desconocidas.
El Graef und Stift pasó a manos de otro coleccionista. Se trataba de un médico y, al parecer, comenzó a perder pacientes y a tener problemas económicos. Por este motivo, lo puso en venta. El coche se convirtió en propiedad de un corredor suizo nada supersticioso: quería probar que aquel modelo no era el portador de ninguna maldición. Tardó pocos días en morir en carretera.
Este coche maldito está expuesto en el “Heereschichtliches Museo de Viena”. El edificio parecía un imán para las bombas aliadas en la II Guerra Mundial: la mayor parte de la colección fue arruinada en la contienda. Casi toda, menos el Graef und Sift de los archiduques de Austria: un perfecto superviviente que bien podría compararse con un asesino en serie.
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