Esta tarde se presentaba un partido importante para los intereses del Real Zaragoza, importante por ser un rival de nuestra liga, importante para levantar cabeza tras tres derrotas seguidas, importante por ver como respondía el equipo con una puesta en escena diferente. Enfrente un Sporting de Gijón que venía de sumar dos victorias y un empate en sus tres últimos partidos y que para ellos puntuar era sinónimo de salir del descenso.
Aguirre sacó un planteamiento más ofensivo de lo que viene siendo habitual y presentó varias novedades, recibidas de forma grata por el público de la Romareda. Con Roberto bajo palos, la línea defensiva con Paredes, Da Silva, Lanzaro y Juárez, la media para Ponzio y Micael con Juan Carlos y Barrera en los costados, Luis García y Postiga arriba.
Con un equipo de cualidades mucho más atacantes, el Zaragoza mantuvo el dominio del balón durante todo el partido, pero ya sea por la falta de costumbre, por el cierzo o por la poca movilidad y el poco apoyo prestado por los jugadores a ofrecerse para jugar el balón, el conjunto maño no tuvo llegada durante toda la primera parte salvo por dos faltas, su juego era lento y previsible. Micael, de lo mejor del partido, intentaba dar orden en un equipo cuyos jugadores corrían lo más lejos posible del esférico para inhibirse de la jugada. Si además a esto añadimos la no subida de los laterales por los motivos obvios en la retaguardia, los interiores aún se escoraban más a las bandas, por lo que Micael era una isla en la línea medular del Sporting esperando el ofrecimiento de algún jugador para cederle el balón.
En una de esas faltas mencionadas antes, llegó el gol de Botia en propia puerta, un buen centro de Juan Carlos en el que el delantero solo tenía que empujarla o, en este caso, su marcador, 1-0 en el minuto 27. Antes, en otra falta, Luis García había probado ya las manoplas del portero sportinguista Juan Pablo. Pero la alegría duró poco y en una empanada defensiva, un centro raso venido por el lado de Juárez es controlado por Barral en el área pequeña, con Lanzaro que se había ido a cubrirle las espaldas al mexicano y Da Silva que se pasó de frenada, el delantero sportinguista, controló, se fumó un cigarrillo, se dio la vuelta y empujó el balón a puerta, minuto 29 y 1-1.
Tras encajar el gol llegaron los peores minutos del conjunto aragonés, el Sporting se envalentonó y se fue para la portería zaragocista. Tras tontear con la espada de Damocles, encajamos el segundo gol. Todo empezó por un mal saque de banda de Efraín Juaréz, que tras perder la posesión no recupera su posición, centre que sale desde su banda y balón que cae muerto en las inmediaciones del área pequeña para que Barral la empuje y haga el 1-2 en el minuto 43.
No era el día del lateral mexicano y tras empezar la segunda parte Aguirre decidió darle descanso e introducir a Ortí, minuto 57. Cambio inteligente, porque Juárez es mejor sumándose al ataque que defendiendo y con la línea de atrás estática según el planteamiento del equipo, el mexicano está de más. Aunque tampoco era la solución colocar a Barrera en el lateral, durante los primeros minutos de su nuevo rol no hizo más que recortar jugadores en su propio campo, menos mal que acabó comprendiendo su ubicación. En el minuto 68 entraba Lafita por Juan Carlos, el canterano estuvo más hábil que en otros partidos e hizo un buen trabajo para el equipo.
Con el Real Zaragoza acosando el área de Juan Pablo, empezaron a llegar las mejores ocasiones, Barrera, Lafita y Postiga probaban los reflejos del guardameta, Da Silva también la tuvo pero remató suave un balón que le llegó mordido tras un saque de esquina. En el 84, Oriol entraba por Micael. Tuvimos que llegar hasta el minuto 93 para poder ver el empate en un remate cruzado de Postiga, 2-2 final y a pensar en el partido contra el Barcelona dentro de dos semanas.
Con este partido sumamos 1 punto de 9, bagaje muy negativo para los 5 de 15 estipulados. Ahora nos vamos para el Nou Camp y que Dios nos coja confesados. A un punto del descenso y con Barelona y Sevilla como próximos rivales, empiezan a ponerse las cosas muy turbias. Sólo una gran hazaña, una gran gesta, nos puede impedir vernos en el pozo el próximo 27 de Noviembre.
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