Monday, January 2, 2012

LA OTRA CARA DE... CELTICG


Hay tres preguntas claves en la vida de un zaragocista:
- Papá, ¿por qué somos del Zaragoza?,
- ¿Por qué se quejan tanto los atléticos?... ¡del Zaragoza tenían que ser!, y la última, quizás la más enigmática y peor aclarada de las tres…
- ¿Pero quién coño es CelticG?

Bien, amigos, lamento deciros que así como me fue fácil averiguar los trapos sucios de Crimson, y los limpios de Algovan (simple, están todo el día conectados a Internet, sólo tengo que mandarles un troyano, yo qué sé, a Héctor mismamente, y después de saquear sus cuentas bancarias extraer su información), de este sujeto no podía encontrar nada. Como si no existiese. Llegué a la conclusión de que los gerifaltes del Rincón creaban personajillos, más o menos rimbombantes, con objeto de adornar la página y hacerse los guays. Pero hace poco descubrí que la verdad resulta todavía más aterradora: ¡CelticG es real!

Iba yo por la zona de La Romareda cuando me encontré a un señor bebiendo horchata:
- ¡Jorge López! ¡Cómo estás!
- Buuufff… Me he tenido que levantar, quitar el pijama, poner la ropa porque por la calle no permiten ir desnudo, hacer la cama, hazte el desayuno, que si calienta la leche, échate los cereales…
- Vale tío, me estás agotando. Yo he salido para obtener datos sobre una leyenda urbana que trata sobre un aficionado del Zaragoza, del que todo el mundo habla, pero nadie conoce: CelticG.
- No es leyenda. Es amigo mío.
- ¿Amigo tuyo? ¡Cuéntame más sobre él!
- ¡Jooo! Es que no me apetece, yo lo llamaría, pero claro, entonces saca el móvil, mira que tenga cobertura, recuerda el número, tecléalo, ponte el aparato en la oreja, habla con él, escúchalo…
- Joer, tío, contigo cualquier chorrada parece complicadísima. Anda, dame su número, que lo llamo yo.
Tras una hora con Jorge, lo que tardó en darme el número del fijo de CelticG (éste tenía un Samsung Galaxy, pero no lo utilizaba para llamar, que eso es de antiguos), me despedí de él. Lo dejé comiéndose las uvas de Nochevieja. Me extrañó que siendo tan vago adelantara tanto ese día. Resulta que eran las de la Nochevieja anterior.

Llamé a CelticG, y al otro lado del auricular una voz de pito que parecía distorsionada castigó mi tímpano. Era su tía Paca, la favorita, como dicen todas las tías, a la que le gustaba tanto el palique que me narró el capítulo de la novela que estaba viendo, donde Víctor Alfredo secuestraba a Luisa Adela Fernanda para casarse por el rito zulú. Interesante. Memoricé el título de la serie, no podía perderme esa boda. Después, me contó una historia que jamás olvidaré: la verdadera historia de CelticG.

CelticG tenía un don: veía aficionados del Real Zaragoza por todas partes. Básicamente, porque regentaba un puesto de bufandas y banderines al lado de La Romareda. Exclusivamente de su equipo. Antaño tuvo alguna que otra prenda de CR7, al que admiraba, porque tenía todo lo que un hombre podría desear: señoritas que no necesitaba pagar, y un torso depilado. Y tenían mucho en común, ya que la abuela de CelticG siempre decía que su nieto era un niño muy rico (guapo y bueno). Corrieron tiempos felices para CelticG, vendía camisetas de Villa, Milosevic, y hasta de Yordi, pero una umbría sombra envolvió su pequeño chiringuito, sumergiéndolo en un mar oscuro y frío.



Llegaba el agapitismo. Y con él las camisetas de Sinama, Da Silva, e incluso de Pinter (qué horror). Nadie compraba ya sus productos, la desilusión era mejor vendedora que él, y su negocio se iba a pique. Todo estalló el día en que pilló a Sinama en su chiringuito autografiando sus camisetas, devaluándolas aún más… Cuando nuestro personaje lo descubrió, Sinama se llevó un dedo a la boca mandándole callar... ¡El insulto definitivo! Agapito era el culpable. Y lo pagaría caro. Él se lo haría pagar caro. Porque a través del espejo, CelticG era un león.


Un domingo de partido, se armó de valor, peluca afro, camiseta y bufanda del Zaragoza, se adentró en las gradas de La Romareda, y se dirigió al palco presidencial. Allí estaba. Su presa. Fumándose un puro tan grande como su brazo, ignorante de la que se le venía encima. Cuando CelticG estuvo lo suficientemente cerca de Agapito, introdujo la mano en el bolsillo del pantalón, y… extrajo dos botecitos de pintura acrílica, uno blanco, el otro azul, y apretujándolos derramó ambos líquidos viscosos sobre la camisa y corbata del susodicho (mejorando el estampado, dicho sea de paso), mientras profería, montado en cólera, palabras de indignación:
- ¡Agapito! ¡Ésta es la sangre del club que has mancillado! ¡Ella será tu condena!
Tan heroico gesto no quedó sin recompensa. Al instante, dos gorilas, tirando a macacos, le propinaron tal paliza, que el misterio tembló por cuarta vez. Agapito silenció todo el tema, y CelticG quedó sumido en el más terrible anonimato. Pero he ahí que dos guerreros de este Real Zaragoza, uno inmortal, como el nombre, otro noble, como el león, lo acogieron en su seno del Rincón, le dieron de comer (sin paga, que ya era mucho), proporcionándole una identidad desde la cual combatir el mal.

En nuestra próxima cita, me gustaría hablar de una simpática pareja, os traeré la otra cara de… RINO y REMO, si me lo permiten ^^.

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